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27 Jul

Hopper, Antonioni, Haynes y la mujer

Uno de los elementos comunes más llamativos entre la pintura de Hopper, y el cine de Haynes y Antonioni es el rol protagonista que toma la mujer dentro de sus historias. Se puede ver fácilmente que las obras más representativas de los tres autores la mirada femenina toma forma en torno a problemas de rechazo, incomunicación, o reivindicación. Esto conecta directamente con la visión social que tienen de la época Hopper, Antonioni y Haynes. El ecuador del siglo XX es un tiempo de cambio y progreso en todos los aspectos. La mujer en esa época comenzaba a desligarse del yugo patriarcal y buscaba su lugar de igualdad dentro de la estructura laboral social. La mujer ahora forma parte activa en el sueño americano y protagoniza los relatos clásicos de América que laten en sus cuadros. Me parece perfecto este párrafo de Juan de Pablo Pons para aclarar este tema:

“En sus conceptos y temáticas, las telas de Hopper, aunque le precedan, recuerdan los relatos cortos de Raymond Carver, al viajante de Arthur Miller, a los personajes condenados de John Steinbeck, o las historias de Truman Capote. Sus cuadros parecen ahogar un grito, ocultar un desasosiego vital que, sin embargo, se revela al espectador atento de su obra. La idea de soledad, la desesperada sensación de que todo se ha perdido, está en esos personajes: es el reverso del sueño americano” ​ (Pons, J. (2012). El cine y la pintura: una relación pedagógica. ​Revista ICONO14.)

Son cuadros de rendición, de impotencia, de frontera, de soledad, de sentimientos contenidos. Y es de seguro la figura de la mujer, la mejor para enseñarnos este aspecto de la sociedad americana de la época. Se puede ver por lo tanto una respuesta a un grito colectivo que se da en la época en USA, la llamada segunda ola del feminismo, que entre los 50 y los 60 reclamó los derechos de las mujeres y tuvo un gran impacto político y social. Incluso podríamos decir que el ya reivindicaba la importancia de la figura femenina dentro de la sociedad antes de que esto surgiese, ya que su etapa creativa más prolífica se da en los 30 y los 40.

Antonioni por otro lado, tiene su tetralogía de la incomunicación que empieza en L’Avventura (1960) y acaba con Il Desserto Rosso (1964), las cuatro películas protagonizadas por mujeres. Además, en todas se nos muestra una visión muy moderna de la sociedad de esos años en todos los sentidos, modo de vida, arquitectura o problemática neorrealista. De esta forma representa su visión de la Italia de los 60, al igual que Hopper la de los 50, a través de la mujer, con la conexión de la falta de comunicación en parte dada por la hostilidad que genera el entorno en que habitan estos personajes. También Todd Haynes lo hace en ​Carol, ​donde trata el rechazo social y la homofobia; la incapacidad de la mujer lesbiana para sentirse libre. Un tema muy delicado en la época y que ahora sin embargo está normalizado. Bozal comenta en su libro sobre Hopper lo siguiente:

“¿Qué miramos, qué vemos? Muchas veces se ha dicho que Hopper es el pintor de la soledad de las personas en la vida urbana moderna. Esa es, en efecto, la sensación más inmediata, pero la anécdota de las pinturas no permite una conclusión tan directa: en sus escenas hay personas solas, pero también hay grupos de personas, parejas, personas que mantienen una conversación, etc. Creo que lo que quiere decirse al mencionar la soledad es que se trata de personas que, estén juntas o no, próximas o no, no se comunican. El aislamiento sería el de la incomunicación…” (Bozal, Valeriano (2012): «El lugar de Hopper»)

Hay un proceso de cambio global que afecta a todos los niveles culturales y sociales y era necesario dar respuesta a las nuevas preguntas y los problemas que surgían a través de los medios de expresión artísticos como el cine y la pintura.

La pintura narrativa de Hopper tiene un antes y un después, al igual que en una película los personajes no surgen de la nada; tienen un pasado y una historia que les obliga a moverse e interrelacionarse o a estar mirando una ventana. Hopper dibujaba a estas mujeres solitarias en lugares privados y públicos, en el dormitorio de su casa o en el pasillo de un cine, pero siempre hay una quietud, una segunda dimensión para el instante congelado que estamos contemplado. Incluso aunque estén rodeadas de gente, estas mujeres tienen un gesto pensativo o de inadaptación. Si estos lugares públicos como restaurantes o cines sirven para mostrar a la mujer real en una sociedad que la escluye, las habitaciones y salones muestran otra cara de la imagen femenina, normalmente en desnudez o semi-desnudez en soledad. Una concepción muy alejada de los valores patriarcales que tenía la mujer en la época. Guiomar Balduqe apunta sobre este tema que:

“La desnudez de los personajes femeninos en el interior de la escena, es una muestra más del acercamiento y la liberación de elementos superfluos a la idea de soledad y mediación…. La representación de sus protagonistas huye de la tradicional imagen de una mujer desnuda como representación de vida libertina y orientada a la prostitución. Aquí la imagen a mostrar no es más que la de una mujer que hace uso de su privacidad de una manera inocente.” (Balduqe, Guiomar (2013), «Representaciones de mujeres en la obra de Edward Hopper»)

Es decir, la mujer que pinta Hopper es una mujer inconforme con la realidad en la que vive, y que utiliza su privacidad para mirar al mundo como ella se siente a gusto, sin tener que acatar los estigmas a los que le obliga la sociedad. Por eso esa melancolía y tristeza. Esto tiene relación con las ventanas, otro de los símbolos importantes en los cuadros de Hopper.

No es un secreto que el pintor americano dibujaba siempre a su mujer, Josephine Hopper, la cual le acompañaba en sus viajes, le ayudaba y le servía de musa. Según se cuenta tenían una relación moderna y distinta a lo que podrían ser las relaciones tipo de la época, donde los roles de la mujer y el hombre estaban muy definidos. También es verdad que la figura de la mujer ha estado representada a lo largo de toda la historia de la pintura pero siempre anclada en los valores patriarcales y en muchísimos casos por valores sexuales.

“Las mujeres ya no son solo un objeto sexual, sino que además, a través de esa forma de representación aparecida en el siglo XX, adquieren tintes psicológicos.»

Hopper muestra un sentimiento y una sensación que va más allá de lo puramente sexual.” Como he dicho antes la mujer adquiere por lo tanto otra dimensión, el hombre comienza a darse cuenta de que la mujer no solo se atiene al rol que se le ha impuesto. De esta forma Hopper ayuda indirectamente y sin proponérselo al movimiento feminista, y a crear con la importancia de sus cuadros nuevos pensamientos progresistas poco a poco. El arte influye constantemente al mundo y el mundo influye en el arte, y en Hopper encontramos un ejemplo clarísimo de autor que tiene una mirada real y se antepone a su época mostrando una problemática que se sigue dando hoy en día.

La mujer sigue luchando para encontrar su lugar de igualdad en el mundo actual pero en una realidad hopperiana paralela lo encontró hace tiempo.

Baussant

Comunicación Audiovisual, Máster en Series de Ficción. Cinéfilo, seriefilo, gamer y comiquero desde 1992.

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