
¿Dónde habré dejado mi manuscrito carmesí, aquellos poemas de amor sumergidos en papeles de agua? Permanece la casa sosegada cual cementerio de pájaros. La soledad sonora me invade en este imposible olvido. ¿Por qué corres, Ulises? Sentémonos una vez más en el pedestal de las estatuas, a las afueras de Dios. Seamos dueños de nuestras heridas y brindemos más allá del jardín. El bastón ha quedado huérfano, ¡ay si las piedras hablaran! Los buenos días perdidos no regresarán jamás, pero nos queda tu testamento andaluz. Lúcido, romántico, intelectual. Córdoba y la poesía te extrañarán.
“La felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante”. Que el cielo le sea leve, Gala.
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